Vuelvo al calor tras unos días en Cambridge, el de la pérfida Albión, donde no se habla de Cataluña más que para discutir de fútbol… y mucho menos de España, para encontrarme con que las noticias estallan en Cataluña en una traca surrealista que al principio me resulta incomprensible.

La verdad es que llevaba días leyendo las arengas firmadas por los sabelotodos de los medios de comunicación españoles, los convencidos de toda la vida y aquellos que continúan purgando sus pecados de juventud izquierdista a base de ser más papistas que el Papa, sin salir de mi asombro ante tan encendidas defensas de la «soberanía del pueblo español», la «legalidad vigente» y la «defensa del constitucionalismo», argumentos que eché mucho de menos en los mismos firmantes en aquel verano de 2011 del golpe al artículo 135. Estas arengas, amigo Latino, nos habían de llevar a esto.

La guardia civil registrando las sedes de la soberanía del pueblo catalán, interviniendo empresas y confiscando papeletas de voto cual si de papelinas de droga se tratara, deteniendo a cargos políticos por jugar a hacer política…

No me preguntaré en qué país vivimos, porque ya nos han dado sobradas pruebas desde que la palmó Su Excremencia, pero hay que reconocer que hasta este límite era difícil prever que llegaran.

A estas horas se habla incluso de un barco enviado por el Ministerio del Interior al puerto de Barcelona con capacidad para mil personas. ¿Lleno o vacío? ¿Vacio para meter en él a todos los diputados y alcaldes que participan en esta historia del referéndum y dejarlos a la deriva en alta mar cual patera gigantesca? ¿O lleno de antidisturbios como aquellos que Arias Navarro llevaba de Canarias a Madrid para reprimir con saña a los malditos rojos?

A la hora de escribir esta nota se habla de 14 detenidos (altos cargos, me refiero). ¿Los llevarán a Soto del Real para que ocupen las celdas que van dejando vacías los condenados por corrupción.

No sé si volver.

En mi escondite en El Cairo no he conseguido llegar al año sabático que me había concedido para continuar o abandonar definitivamente este blog y ha sido, una vez más, por culpa de Podemos, o por ser más específico, de su secretario general. Vista la destitución fulminante del responsable de organización del partido, creo que deberían iniciar un proceso para cambiar de nombre y pasar a llamarse Puedo. El autoritarismo no debe confundirse con la firmeza y nos acaban de dar un ejemplo de ejercicio despótico de la autoridad.

Algunos acusan a Pablo Iglesias de creerse Lenin y él mismo se ha comparado en ocasiones al líder bolchevique. Sin embargo, aparte del impresionante abismo intelectual que los separa, el revolucionario ruso nunca tuvo el poder que Iglesias detenta en su partido. Por supuesto que tampoco Stalin, al que mis amigos podemitas califican de autócrata ni Mao, al que tildan de asesino, tuvieron ese poder, esa capacidad de fulminar a un dirigente sin un debate previo y la intervención de algún órgano del partido. El propio Mao se vio apartado de la dirección del partido en dos ocasiones, en una de ellas por Deng, que a su vez había sido «purgado» previamente.

La carta de amor que Iglesias envía a sus militantes es un ejemplo de vanidad, autoritarismo e hipocresía como no recuerdo.

Quiero aclarar, por cierto, que estoy de acuerdo con Podemos en no apoyar el pacto PSOE Ciudadanos, pero tampoco con un gobierno de coalición como el que proponen. Tiene que reconstruirse la izquierda española, no precisamente a partir del PSOE y tampoco con recetas de iluminados. De nuevo, cualquier fórmula que pretenda crear la ilusión de que se puede conquistar el poder a través de las urnas, simplemente conducirá a crear de nuevo frustración y desencanto en la gente, en los colectivos sometidos a la dictadura del capital. Hay que saber combinar, como hicieron los bolcheviques, el apoyo a determinadas medidas reformistas con la elevación del grado de conciencia de las clases populares, sin caer en ningún tipo de mesianismo. Y no olvidar nunca, nunca, que la historia nos demuestra que ninguna clase ha renunciado a su posición hegemónica de manera voluntaria, es decir, pacífica.

Desde que el pasado viernes se vinieran al traste las negociaciones entre Grecia y la Troika, ha comenzado un ejercicio hipócrita de crucifixión de Syriza por parte de todos los gobiernos de la Unión Europea, con el objetivo de impedir que la población griega manifieste libremente su voluntad en el referéndum del próximo domingo. Este lunes nos hemos desayunado con la virulenta entrada en campaña del presidente de la Comisión, Juncker, clamando por la “sensatez” de los griegos frente a las exigencias de los “acreedores”. Destaca una frase, recogida en los medios oficiales: dice esta especie de Goebbels resucitado que la propuesta de acuerdo no es “un estúpido paquete de austeridad” y tiene razón, se trata en realidad de un nuevo y duro paquete de recortes, un paquete de precariedad justificado por una supuesta estabilidad del euro. Acusar de mentir al contrario es una técnica cada vez más acentuada en la derecha europea, pero en el caso griego presenta síntomas de avasallamiento con el único objetivo de acallar las voces discrepantes.

Se dice que los soldados espartanos nunca preguntaban por el número de los enemigos, sino dónde estaban. Tsipras, como un nuevo Leónidas, en lugar de aceptar la derrota ante la evidencia de la superioridad numérica de los invasores, disputó en Bruselas su batalla de las Termópilas, preparando (ojalá) la victoria de Salamina el próximo domingo, mediante la expresión de la voluntad del pueblo griego en forma de respuesta a la Europa de los mercaderes.

Todos los gobiernos de la UE se vuelcan en las descalificaciones y la difamación de los griegos, único pueblo que (hasta la fecha) ha dado una lección de verdadera dignidad al continente. La peor de las injerencias es la de los Hollande, Merkel, Juncker o Rajoy actuando como fieles servidores de una política económica agotada y absurda que pretende ahogar a todos los europeos (especialmente aquellos de los países del sur) en un conjunto de medidas cuyo único y evidente objetivo es incrementar los beneficios rapaces del capital.

Puede que Grecia pierda la batalla, incluso que consiga una victoria pírrica, pero está claro que a partir del domingo (en cualquier caso) las cosas no serán como solían.

Las noticias locales hablan de que el viernes continuaron las protestas por la absolución de Mubarak (lejos de Tahrir, en el barrio de Helwan) protagonizadas esta vez por simpatizantes de los Hermanos Musulmanes. La policía disparó gases lacrimógenos y los manifestantes respondieron con petardos. No hubo, al parecer, incidentes graves.

Ayer me llamó la atención la publicación de una encuesta (la dio a conocer uno de los consejeros del Gran Mufti de Egipto) según la cual el país cuenta con el mayor número de ateos de todo el mundo árabe, alcanzando la cantidad de 866 (sí, sin ceros ni omisión de cifra alguna, ochocientos sesenta y seis). Pues bien, este hecho preocupa seriamente a las autoridades religiosas, quienes consideran que representa un crecimiento peligroso del número de ateos. Juro (perdón, prometo) que no se trata de una noticia inventada. Poco más de uno de cada cien mil egipcios es ateo y el número parece estar creciendo…

Sin embargo, la noticia pintoresca llega hoy mismo (se puede leer en el periódico de Internet Mada Masr) y habla del cierre policial de un café de ateos en el centro de El Cairo, la zona conocida como downtown. Además de la acusación de ateísmo se dice que allí realizaban cultos satánicos aunque, como dice el redactor de la noticia, “El jefe de la policía no explicó cómo o por qué los ateos podrían estar adorando a Satanás en una cafetería. Los ateos niegan la existencia de Dios y de Satanás, así como niegan la existencia del cielo y el infierno.” Teniendo en cuenta la encuesta arriba citada, bien se puede creer que las autoridades están decididas a reducir el número de ateos (al menos en libre circulación) para conseguir eliminar ese dudoso honor de ser el país árabe con mayor número de ellos.

Inmediatamente de leer esta noticia me dije, Jorge Fernández Díaz está en El Cairo (o muy cerca) y aquí las cosas empezarán a ir por buen camino. Cuando el gobierno del PP sea, como dijo ayer Mariano Rajoy de la crisis, cosa de la historia, se podría enviar a Fernández Díaz y Báñez a hacer un tour por el mundo árabe para erradicar el ateísmo. Un posible replanteamiento de la puerta giratoria.

La relación con gatos y perros en El Cairo no tiene comparación con lo que acostumbramos hacer en Europa. Los perros autóctonos, parecidos a hienas famélicas, merodean en jaurías de cinco o seis unidades, rebuscando en la basura algo que comer, mientras con un ojo vigilan la llegada de los perreros (quienes los van a capturar y llevar al sacrificio). A pesar de su aspecto fiero, los perros deambulan acobardados, sin duda sabiéndose odiados por los humanos locales. Por supuesto hay otros perros (pocos, de raza y bien alimentados) propiedad en su mayoría de extranjeros desplazados que contratan paseadores de perros.

Con los gatos es otra historia. Los gatos (que se cuentan por docenas en cualquier barrio de la ciudad) son consentidos y alimentados por los vecinos, reminiscencia quizás del Antiguo Egipto donde Bastet (la diosa gata) era respetada como protectora del hogar. No es raro estar sentados en una terraza disfrutando de una agradable cena y que un gato salte a tu mesa esperando algún presente por parte de los comensales.

Viene esto a cuento de los acontecimientos más recientes en la política española, en particular del revuelo que se viene armando desde el último barómetro electoral del CIS y el irresistible ascenso de los nuevos socialdemócratas. Esta extraña competencia entre Sánchez, Iglesias y Garzón por demostrar quién es más progre (y más “joven”) me recuerda a los gatos de El Cairo, maullando y contoneándose mientras los electores alimentan sus egos con diferentes raciones de votos. Y mientras tanto aumenta como nunca la desmovilización (parlamentarismo forever).

Ojo, que no se me malinterprete. No quiero decir con esto que nuestra derecha sea como los perros de aquí (en todo caso como esos perros orondos y bien peinados de los extranjeros).

Este baile de encuestas que vivimos desde que se publicaron los resultados del barómetro de octubre, solamente puede provocar risa por el empeño de las diferentes cocinas en reforzar la opción      que les es más afín.

Queda claro que si no se hubiera producido la crisis financiera que todavía arrastramos, España seguiría cabalgando sobre el bipartidismo rancio de la vieja socialdemocracia y la derecha más rancia. Por mor de la crisis surgen ofertas como las de los nuevos socialdemócratas y aquellas de una nueva derecha pintoresca (me refiero a VOX, por supuesto) capaz de proponer que el cabeza de familia tenga votos adicionales en función del número de hijos.

(Ya estoy imaginando a los numerarios y simpatizantes del Opus follando como locos para sacar un diputado.)

La semana pasada no pude escribir nada en este blog (qué falta de seriedad) por haber sufrido un aparatoso accidente que me tiene postrado desde el viernes (21 de noviembre).

Resulta que estaban de visita mi hijo y su novia y decidimos visitar Saqqara y las pirámides de Giza (una excursión preciosa que espero repetir en mejores condiciones) y al salir de casa apresuradamente (era el último de la expedición) tropecé con una especie de gancho metálico de unos diez centímetros que había frente al portal, yendo a parar al suelo sobre las dos rodillas y en forma muy violenta. En fin, que aguanté con dificultades la parte de Saqqara (impresionante necrópolis cerca de la antigua Menfis) pero tuve que renunciar a la parte de Giza para ir al hospital, puesto que mis rodillas, además de estar heridas, comenzaban a inflamarse.

De regreso a casa y tras dos días con las piernas en alto, la cosa había ido a peor y el lunes tuve que volver al hospital (esta vez en ambulancia porque no podía doblar ni apoyar la pierna izquierda). La experiencia fue interesante por partida doble, pues ese día había llovido abundantemente y como la ciudad no tiene drenaje alguno viajábamos entre charcos, por la Corniche del Nilo completamente colapsada.

No entraré en mayores detalles sobre mi situación, solo decir que hoy, sábado 29, ya puedo doblar algo la pierna y la infección empieza a remitir (espero que no lleguemos a la amputación) lo que me ha permitido sentarme a desayunar en la terraza de casa con una pareja de amigos ingleses (que por cierto han traído unos pasteles deliciosos) y ser testigo indirecto del sepultamiento de la revolución de 2011 con la absolución de Mubarak, sus hijos y el resto de acusados. El ir y venir de helicópteros militares, que continúa (vivo muy cerca del Hospital Militar de Maadi, donde estaba recluido el depuesto presidente) está marcando este día de frustración, especialmente para los familiares de las víctimas de la represión durante aquellos días de enero de 2011.

He abierto el ordenador hace un par de horas (aquí son casi las cuatro de la tarde) para ponerme al día de lo que ocurre, en España, en Egipto y en el mundo, y he encontrado que la ya inevitable información sobre Podemos domina los medios de nuestro país con artículos sobre su afán por parecerse cada vez más al PSOE del 82 (por cierto, en El País un interesante artículo de opinión de Joaquín Estefanía sobre el tema que me parece lo más digno de lo leído hasta ahora en la prensa oficial) y me digo que si esta lesión no será un castigo del cielo por haberme estado metiendo tanto con Dios (Pablo Iglesias) y el Espíritu Santo (Monedero).

No puedo prometer que voy a callar de nuevo (sería hipócrita) pero un poco de indulgencia me vendría muy bien para aliviar este dolor que siento en mi rodilla. Por cierto, ¿qué pintan en toda esta elaboración de programas los famosos círculos de Podemos?; ¿será que podrán participar en aquellos aspectos que no afecten a la política general?

Bueno, que yo viajé por El Cairo en ambulancia, mientras que Mubarak lo ha hecho en helicóptero (siempre ha habido clases) y mientras tanto la burguesía española continúa viajando como quiere, al tiempo que aparenta una seria preocupación por el ascenso de Podemos.

Para mí, Monedero es un tipo equivalente al Guerra del PSOE de los primeros años de la transición (lo que se dice un tocacojones, pero algo tonto).

Como mis lectores (pocos pero de calidad) van sabiendo, recurro mucho a las opiniones de familiares y amigos, aunque no necesariamente para respetarlas. Dos de mis amigos han coincidido en circunstancias diversas con el personaje y las opiniones son dispares: uno de ellos dice que “es uno de los tipos más estúpidos y engreídos con los que me he encontrado” y el otro “es interesante, nos contó cómo Chávez había descubierto que la solución no era tomar el poder por las armas, sino conquistarlo en las urnas” (juro que es cierto y ante un tribunal desvelaría las fuentes).

Bueno, hay una tercera opinión, de una alumna suya, que dice más o menos “mucha palabrería y poca chicha” (tampoco voy a hacer revelaciones).

Pues dice la gente (perdón, la ciudadanía) que Monedero es el cerebro de Podemos (¿se dice cerebro o celebro?), que el otro es la imagen amable de la operación, y para mí que son tal para cual, seguidos de cerca por un Errejón cuya pedantería bordea el infinito.

En mi opinión, el personaje quedó retratado el día que colocó a Gramsci cabeza abajo en un programa de La Tuerka (utiliza el retrato de Gramsci en pegatina para tapar la marca de Apple en su ordenador). Era la prueba palmaria de lo que ambos, tanto Monedero como Iglesias, han sido capaces de entender de Gramsci. Con haber leído al comunista italiano con un poco de atención, habrían comprendido el concepto de hegemonía (bien tomado de Marx) y no osarían decir que “hay que crear hegemonías”, no habrían confundido al Lenin que hablaba de “no desvelar nuestros planes al enemigo” con “podemos acabar con el capitalismo por las urnas, engañando sobre nuestros objetivos” (menos mal que la estupidez no es contagiosa por el oído).

Para remate, Monedero envió ayer este tweet cuando Cayo Lara anunció que no se presentaba como candidato de IU:

MonederoCayoLara

Aquí demostró el caballero el alcance de su mezquindad, tras su trayectoria en IU y sus recientes ataques. Pero, qué se le va a hacer, cuando alguien (en realidad alguienes) se presta a ser instrumento para canalizar la movilización (desmovilización de facto) solo hacia las urnas, como prueba de su colaboración con la clase dominante, no podemos quedarnos embobados volviendo a la “ilusión” de los ochenta.

Hoy ha llovido en El Cairo, una lluvia fina y corta que apenas ha llegado a dejar pequeñas marcas en la arena que cubre las hojas de los árboles. La gente se sentía incómoda por una lluvia que, de escasa, parece una ilusión de los sentidos.

En Libia, como quien dice aquí al lado, se están matando entre islamistas, fundamentalistas y otantistas desde que Occidente (con mayúsculas) decidió acabar con Gadafi destrozando el país y dejándolo a merced de unas tribus que se disputan el poder por el sistema del baño de sangre. Se llama tirar la piedra y esconder la mano. No se conmemora el aniversario de la muerte de Gadafi (hace tres semanas) ni por el hecho de haber sido amigo íntimo de multitud de gobernantes de ese Occidente que le hizo reventar (hasta parece que el marido de la Botella llegó a hablar árabe en la intimidad). Es curioso, ahora resulta que de los dos gobiernos que se disputan el país, Occidente reconoce al del acuerdo de Tobruk (donde, oh casualidad, se integran los últimos fieles a Gadafi) porque el otro, el de Trípoli, lo dirigen los Hermanos Musulmanes. Además, en algunas zonas del país, sucursales de Estado Islámico o Al-Qaeda van ganando territorio (con su peculiar manera de hacerlo). Vamos, que la OTAN continúa fiel al efecto Javier Solana.
En Egipto sin embargo, donde no intervino la OTAN, las cosas sucedieron de manera bien diferente. Un movimiento que comenzó con carácter insurreccional y se fue desplazando hacia el campo de la ambigüedad, consiguió derrocar a Mubarak y llevar al país hacia un proceso constitucional que desembocaría en las elecciones que ganó Morsi, (elegido por trece millones de votantes frente al que fuera primer ministro con Mubarak que consiguió doce millones) para a su vez ser derrocado por el Ejército con el apoyo de los jóvenes de Tahrir. El resultado final, derrotados los Hermanos Musulmanes, desarticulado el movimiento insurreccional, se convocaron nuevas elecciones presidenciales, en las que el jefe del Ejército consiguió la plaza, casi sin oposición, con veintitrés millones de votos (nótese que en ambas elecciones la abstención rondó el cincuenta por ciento).
Y Occidente feliz. Y aquí paz y después gloria.
Mientras escribo esto, en Cataluña están votando (en el ejercicio tibio de los que debiera ser un derecho plenamente reconocido) para saber qué quieren ser en términos de entidad política; y hace unos días el CIS publicó la tan esperada encuesta de octubre que confirma el irresistible ascenso de Podemos al paraíso de la casta. La transición del bipartidismo al tripartidismo, según algunos, el cambio de roles en el bipartidismo para otros. (Imagino ya los aviones de la OTAN bombardeando la Moncloa para acabar con el sátrapa de la coleta).

El jueves se veían cerca de mi casa unos haces de luz azul hacia el cielo (parecidos a los cañones de defensa antiaérea pero sin apenas movimiento) y se escuchaba música muy alta. Preguntamos a unos amigos qué podía ser y nos dijeron que seguramente se trataba de la inauguración de un restaurante o una discoteca. Al volver de cenar pasamos a ver de qué se trataba y comprobamos que era una boda (de gente muy rica, por supuesto) en una lujosa villa de esas que ocupan toda una manzana, con varias garitas de vigilancia. El número de coches de alta gama aparcados en los alrededores era impresionante (todos últimos modelos, por supuesto).

Sin embargo, lo más chocante era ver que en la misma puerta de entrada a la finca, junto a una de las garitas de vigilancia, se acumulaba la basura sobre la acera rota, destacando una desmayada taza de wáter que parecía bostezar en medio de la feliz noche. (El lujo de aquella villa con todas sus ventanas iluminadas contrastaba con la calle sucia, los escombros, la basura y las farolas rotas o apagadas).

Me han contado que aquí la recogida de basuras se reparte entre tres contratas (francesa, italiana y española) que deben cobrar por no hacer nunca su trabajo. Es otra forma de corrupción más descarnada que la que sufrimos en España. En El Cairo, el mantenimiento de las calles y del mobiliario urbano es testimonial (incluso en barrios residenciales de gente muy acomodada, la vida transcurre entre escombros y basura como si fuera algo normal).

Por lo que leo en los medios de internet y las redes sociales, en España también hay mucha basura en zonas residenciales de gente acomodada (en este caso en el interior de las casas y no en la calle).

Haciendo un cálculo conservador y teniendo en cuenta (es un ejemplo) que la inversión anual media en obra pública en los últimos veinte años superó los treinta mil millones de euros, no sería aventurado decir que los corruptos (a los que corresponden un número aún mayor de corruptores) se han embolsado (robado) al menos entre trescientos y mil millones por año. Quiere decir que todos los casos que han salido a la luz hasta ahora no son sino la punta del iceberg (vamos, cuatro pringaos).

Por eso insisto en que acabar con la corrupción en un sistema capitalista (donde todo tiene un precio) es labor imposible, es una característica del sistema. No es pesimismo, en aquellos países donde aparentemente está más perseguida la corrupción es porque las prácticas corruptas se han legalizado en una u otra manera (llámense lobby o cualquier otra fórmula similar). Bienvenidas sean las detenciones y procesamiento de corruptos pero no confiemos en que el problema se vaya a resolver dentro de este sistema.

El Cairo empieza a dormir al final de este domingo que para ellos es lunes. Si seguimos por el mismo camino, algún día (no muy lejano) nuestras ciudades tendrán el mismo aspecto que esta. Cuando la corrupción avanza no hay forma de detenerla.

Nueva entrada en el blog. Tres mil trescientos kilómetros

Desde la distancia, las noticias que llegan de España resultan cansinas, repetitivas, un aburrido concierto monocorde en el que todos los profesores utilizan los mismos instrumentos (alternativamente el gong y los platillos) en un agobio interminable.

En este país unos veinte millones de personas (cerca del veinticinco por ciento de la población) viven en situación de pobreza extrema, mientras que la mayoría de aquellos que tienen la fortuna de contar con un trabajo perciben sueldos de miseria, con frecuencia muy por debajo del salario mínimo (referencia que es como los semáforos de El Cairo, meramente decorativa). Con este panorama social, leer sobre la corrupción en los medios españoles resulta, como decía arriba, repetitivo hasta el aburrimiento.

La gente, ese concepto que han puesto de moda algunas formaciones políticas españolas del espectro, digamos progresista, vive aquí en condiciones tan miserables que no tienen otra cosa que perder que la paciencia. Por…

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